El vino es una institución. Hablar de vino, es hablar de cultura. Una cultura muy concreta, de raíces profundas y arraigadas como la propia vid. Dicen los expertos y entendidos que, para apreciar un buen vino, debe tomarse de una forma correcta. Las propiedades organolépticas que ofrece un buen vino, no pasan desapercibidas a un buen catador. Seguir esas mismas pautas que un catador de vinos, ayudará al aprendiz, a saborear un buen caldo.
Desde Plantvid, expertos en uva y por tanto en vino, ya nos han contado la importancia de la uva y su cultivo, las tierras donde crece y las propiedades que aporta al vino según el terreno y la variedad. Un buen vino, es el resultado de una buena cosecha. El proceso posterior, es sin duda muy importante también, pero sin una buena materia prima, el resultado no será el esperado.
Dentro de una bodega, es fundamental la figura del enólogo. Este profesional, es el encargado de orquestar y dirigir todo lo referente al cultivo de la vid y los productos resultantes de su fruto. Sin un enólogo al pie del cañón, no podrían elaborarse los vinos que la bodega pretende elaborar. Este profesional, cuyo trabajo es prácticamente técnico, es conocedor de todos los procesos y procedimientos, las técnicas y las condiciones que deben aunarse para lograr una buena materia prima y posteriormente, un excelente caldo.
Todo el proceso de elaboración del vino, será supervisado por un enólogo. Cuando terminen todos esos procesos y el vino este preparado, será el catador quien de su visto bueno. Un buen catador, sabrá con solo balancear la copa, la calidad del caldo que la bodega ha producido. Los aromas que emana ese característico balanceo, son para un profesional, elementales. El color, el aroma y la textura deben estar en armonía para el paladar.
Resulta evidente pensar que el mejor lugar para llevar a cabo una cata de vinos, es una bodega. Así es, de ahí que, muchas de ellas, ofrezcan la posibilidad de realizar catas de sus vinos. Estas catas guiadas por los expertos del sector, ayudan a los profanos o aquellos que quieran aprender sobre el vino, a disfrutar de una experiencia sensorial y gastronómica única.
No solo las bodegas propiamente dichas, ofrecen esa posibilidad. Las catas de vino están a la orden del día, tanto en bodegas como en vinotecas. Cualquier amante del vino, puede ofrecer una cata. Como oferta de ocio es muy recomendable, como costumbre para apreciar el vino, también. Porque hacer una cata de vino a titulo personal es una buena manera de degustar el vino como debe ser degustado: aprovechando al máximo sus propiedades, aromas, sabores y matices.
Como es bien sabido, catar un alimento o en este caso concreto, un vino, requiere de técnica y conocimiento. Saber buscar los sabores, los matices, las texturas es algo que no todo el mundo es capaz de hacer de forma natural. Prestar atención con los cinco sentidos, es fundamental para encontrar todos esos puntos que el catador, busca.
Como catar un vino
Mientras estamos despiertos, nuestros sentidos, sin que seamos conscientes, registran infinidad de sensaciones y estímulos de toda índole: visuales, táctiles, olfativos, gustativos y auditivos. Toda esta información que percibe nuestro cerebro, es almacenada por si en algún momento, le resulta necesaria. Para un buen catador, esa capacidad de registrar, memorizar y analizar sensaciones, juegan un papel fundamental.
Durante una cata, el cerebro aprovecha esas virtudes para almacenar toda la información relevante que aporta el vino a nuestros sentidos. La cata requiere aprendizaje, memoria y práctica. Saber catar, implica utilizar de forma eficaz los sentidos para interpretar convenientemente todas las sensaciones que genera el vino para su posterior análisis.
El aprendizaje para convertirse en catador, conlleva el dominio de las técnicas propias de la cata, los criterios para juzgar el vino y el vocabulario asociado al mismo. Para desarrollar los conocimientos, es necesario probar una gran variedad de vinos e ir sacando conclusiones. A más vinos catados, mayor conocimiento y mayor capacidad de análisis.
La fase de aprendizaje implica hacer catas de muchos vinos diferentes. Probar vinos de diferente calidad y variedad, tintos, blancos, rosados. Por supuesto, probar y comparar vinos similares, de la misma región, diferente añada, etc.
El catador debe definir su propio estilo y método para catar el vino y extraer todas sus propiedades. Una buena técnica es catar a ciegas, sin mirar etiquetas o precios que influyan en la cata. No olvidemos que se trata de una experiencia sensorial que puede verse influida por factores externos.
La cata propiamente dicha, se compone de tres fases: visual, olfativa y gustativa.
La primera de ellas, la fase visual, es quizá la menos importante de las tres, pero juega un papel fundamental para obtener información sobre la maduración del vino o su concentración. Para observar el vino, un fondo blanco y bien iluminado es lo ideal. Mirarlo de abajo a arriba y viceversa, inclinar la copa, permite examinar el color, la anchura y los matices del ribete del vino.
En la fase olfativa, tener presente que, es a través del olfato que se activan los demás sentidos. El olfato es el sentido más importante para la apreciación del vino. Entrenar la nariz para poder captar todos los matices, requiere de práctica. Mediante la fase olfativa, se distinguen el aroma y el buqué.
A través de esta fase pueden encontrarse en el vino una amplia variedad de aromas, desde florales a especiados, frutales o animales… El vino encierra en si mismo una amplia variedad de matices que solo con entrenamiento, se pueden apreciar en su justa medida.
La fase final, la que al final más gusta a todos, es la gustativa. Llega el momento de probar el vino. El gusto, junto con los aromas, potenciará todos esos sabores que se van a percibir. Los vinos blancos tienden a tener sabores frutales, cítricos y varían con la edad. La maduración del vino blanco le aporta matices más dulces. Los tintos jóvenes, evocan frutos rojos y posteriormente, evolucionan a matices especiados, balsámicos, etc.
Mediante el gusto, un catador va a percibir el cuerpo, la astringencia, la temperatura, la efervescencia y la textura del vino. Todo esto, aunado a la cantidad de matices y sabores que emana un buen vino, cuanto más madurado, mejor.
Estos son los pasos de una cata. Son tres, son sencillos y cualquiera puede llevarlos a cabo. Hay que animar a todos los amantes del vino, a convertirse en catadores para poder apreciar y entender la cultura del vino, con todos sus aromas, sabores y matices.