Quisiéramos ver a nuestros padres y abuelos siempre igual, pero el tiempo transcurre y no pasa desapercibido. Con los años afloran múltiples enfermedades, tienen que ir cada dos por tres al médico y tomar un sinfín de pastillas. Aunque vivamos cerca de ellos o hayamos contratado a una persona que le ayude con la casa, llega un momento en que necesita una ayuda más especializada. No le hace falta una asistenta de hogar, sino más bien una enfermera.
No es un problema de abandono, ni de desatención. Nuestros mayores tienen a sus hijos y nietos, pero por mucho que ellos estén allí, como nos comentan en Cuidado en Casa, una empresa de atención a la tercera edad de Murcia, necesitan una ayuda especial. Sus familiares no pueden prestársela por falta de tiempo, o de conocimientos.
Nati ha sido toda su vida una mujer especial. Una mujer adelantada a su época. Mientras su marido tenía un taller de forja, ella no podía quedarse en casa cuidando a los niños. Decidió abrirse una boutique de moda, ella misma le cosía la ropa a sus clientas. La mantuvo hasta que se jubiló.
Los chicos eran buenos estudiantes. Entre ella y el marido les pagaron una carrera. Les inculcó esa independencia y libertad que ella llevaba por dentro. A Nati le gustaba viajar, pero al marido no. Por eso, cuando cerraba en agosto, porque no había más remedio, contrataba un viaje a Marruecos, o al sur de Francia, o a Roma. Si querían, se iban los niños con ella; si no se buscaba acompañante y, sino, viajaba ella sola. Era muy dada a hacer amigos.
El marido se murió joven, pocos años después de jubilarse. Los chicos, uno, se fue al otro extremo del país, por motivos de trabajo, y formó una familia. El otro se quedó en la ciudad. Nati siguió como siempre. Le gustaba viajar y cuando podía se hacía una escapada. Como la casa se había quedado sola y era muy negociante, alquiló una de las habitaciones a personas trabajadoras que no iban más que a dormir. Su hijo, el pequeño, el que vive cerca de ella, se pasa tres días por semana a comer. Lleva años haciéndolo.
Los años fueron pasando y a Nati, que siempre había estado fuerte como un roble, le empezaron a salir los achaques. Que si una pastilla para el azúcar, otra para la tensión, otra para controlar el hígado graso. Lo primero que hizo tráfico fue no renovarle el carnet de conducir. Tuvo que vender su viejo coche a un desguace.
Por tranquilidad, el hijo pequeño contrato a una chica que tres veces por semana iba a casa de Nati a echarle una mano. La chica le ayudaba con la compra y con la limpieza. Su hijo no se le ocurrió llevársela consigo, su madre era muy independiente y no lo iba a aceptar.
Un día Nati se cayó rodando por las escaleras. El hombre al que tenía alquilada la habitación la halló tirada en el suelo cuando llegó de trabajar. Llamó a urgencias y vino una ambulancia. Tuvieron que operarla de la cadera.
Cuando le dieron el alta, el hijo se quedó varios meses con ella. Buscaba huecos en el trabajo para acompañarla al médico y a rehabilitación. Nati le comunicaba que quería seguir viviendo sola. El accidente que había sufrido era una cosa excepcional, nunca antes le había pasado nada. El hijo, durante esas largas sobremesas, viendo la televisión después de cenar, se percataba de que su madre iba perdiendo memoria. Aún así, cuando su madre se recuperó, decidió dejarla sola.
Nati iba todas las tardes a tomar café a una terraza. Había vivido casi toda su vida en aquel barrio, conocía a todos sus vecinos. Una de esas tardes, una de las vecinas la vio vagando por el barrio, desorientada. No había llegado al bar donde tomaba el café. La cogió del brazo y le acompañó a casa. Llamaron por teléfono a su hijo. La mujer se quedó con ella hasta que vino el hijo.
Al día siguiente, el hijo acompañó a Nati al médico. El doctor expuso que aquello había sucedido porque a Nati se le olvidaba tomarse unas pastillas que, meses atrás, le había recetado por el tema de la memoria. El hijo tomó la decisión de contratar asistencia domiciliaria para su madre. No quería llevarse otro disgusto.
La movilidad y la memoria son dos de los problemas que terminan minando la autonomía de nuestros mayores.
La movilidad.
La pérdida de movilidad es el gran problema silencioso de la tercera edad. Poco a poco, los mayores van perdiendo el control sobre su cuerpo, y tareas que antes les parecían cotidianas, se les van volviendo dificultosas. Van perdiendo autonomía, y eso les hace bajar su autoestima y sentirse más vulnerables.
Según Alerta Digital, la pérdida de movilidad se debe a un cúmulo de factores combinados. Entre ellos se encuentra el deterioro cognitivo, los efectos de algunas enfermedades degenerativas agravadas por la edad, los accidentes cerebrovasculares, problemas visuales, trastornos auditivos, condiciones crónicas que causan dolor muscular, desgaste óseo o de articulaciones, efectos secundarios de algunos medicamentos, lesiones fortuitas e inactividad.
Cuantos más factores de estos afecten a una persona, más posibilidad hay de que se desarrolle la merma física.
Los primeros síntomas que indican que el problema se va acelerando serían cuando vemos que el anciano pasa más tiempo del habitual sentado en su sillón o en su butaca; cuando la persona mayor no se levanta si nos despedimos de él al salir de su domicilio; problemas al colocar algunos objetos; cuando el anciano empieza a tener tropezones con frecuencia sin llegar a caerse, cuando experimenta lentitud sobrevenida a la hora de moverse o tiene dificultad para realizar tareas sencillas como levantarse solo de la silla o de la cama.
Para evitar la pérdida de movilidad de nuestros mayores es importante estar atentos a su estado de salud de la vista y del oído, evitar que estén todo el día solos en casa sin realizar ninguna actividad, realizar ejercicios físicos diseñados para ancianos, sacarlos a la calle a diario de mañana y de tarde, recurrir a un fisioterapeuta y utilizar productos ortopédicos de ayuda a la movilidad.
Quedar con amigos para pasear, inscribirse en un centro de día o en actividades programadas para la tercera edad es una buena alternativa para que continúen físicamente activos al tiempo que siguen relacionándose con su entorno.
La movilidad es la pescadilla que se muerde la cola. Si la persona deja de moverse, más torpe se encontrará y más fácil será que sufra caídas cada vez más graves.
Deterioro cognitivo.
Las enfermedades neuronales que afectan al funcionamiento del cerebro es otro de los problemas que se desarrollan durante la vejez. Como informa Med. Line Plus, la demencia senil es una pérdida de funciones mentales que afecta al desarrollo normal de la vida cotidiana. Estas funciones son la memoria, las habilidades del lenguaje, la percepción visual, la atención y la solución de problemas.
Las enfermedades degenerativas más frecuentes en la tercera edad son el alzhéimer, la demencia con cuerpos de Lewy, los trastornos frontotemporales, la demencia vascular (producida por enfermedades como la arterioesclerosis o como consecuencia de un derrame cerebral) y la enfermedad de Huntington.
Estas enfermedades son más frecuentes de lo que nos imaginamos. 50 millones de personas sufren demencia en todo el mundo y un 80% de ellas padecen alzhéimer. Algunos factores que pueden aumentar el riesgo de padecerlas son, lógicamente, el envejecimiento, fumar, la diabetes, la presión arterial alta, el consumo de alcohol y los antecedentes genéticos.
Para diagnosticar la demencia es necesario partir del historial clínico, hacer una evaluación física, analizar la habilidad del pensamiento, memoria y lenguaje del paciente, hacer escáneres cerebrales, análisis genéticos y una evaluación de la salud mental.
Para la mayoría de estas enfermedades no existe cura; sin embargo, se puede recurrir a diferentes tratamientos para frenar su desarrollo:
Con frecuencia se suministran medicamentos que mejoran durante un tiempo la memoria y el pensamiento. También se recetan antidepresivos, ansiolíticos y fármacos que reducen la rigidez muscular. Se suelen utilizar terapias ocupacionales, con una planificación de tareas diarias que pueda realizar con facilidad el afectado y que mantienen su mente y su cuerpo ocupado; terapias del habla, para que no pierdan la habilidad de expresarse, escuchar música, arte-terapia y planificar el futuro inmediato.
Las enfermedades neurodegenerativas son un proceso progresivo que pasa por diferentes fases y en el que el afectado debe ser atendido por una persona durante todo el tiempo. Un duro camino tanto para los enfermos como para sus familiares, en el que ven que la persona se va deteriorando poco a poco, viviendo episodios que no son agradables para nadie.
Las personas mayores han estado a nuestro lado durante gran parte de nuestra vida. En cierto modo, nosotros estamos aquí gracias a ellos. Con el tiempo van perdiendo facultades, es ley de vida. Debemos tratarlos como quien son, nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros amigos. Buscar ayuda profesional cuando la necesitan es una forma de tratarlos dignamente, como se merecen y procurar que vivan lo mejor que se pueda hasta el final de sus días.